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lunes, 17 de octubre de 2011

Si acaba tu risa

Si se acaba el canto de sonoro vuelo
que impulsa tu risa con suaves destellos
de olores fragantes cubierto de cielo:
será ingrata pérdida, caeré en desvelo.

 
Será como un niño que se ha vuelto viejo,
como ver el cause de un río, seco,
me nieguen las flores su perfume eterno,
un viento solano que aridece el suelo.

Si no oyera la risa de tu canto bello
viviría mustia en un campo de cieno;
todas las mañanas busco tu alegría
como se aguarda del ave el gorjeo.

Me repatriaría hasta el mismo averno,
y alli lloraría hasta apagar su fuego,
no tendría sentido todo lo que anhelo
si mi hijo es triste, no tendría consuelo.

miércoles, 26 de enero de 2011

José Ariel


¿Sabes, hijo mío? Hay veces que pienso
que no expreso mucho el amor que me anima,
porque eres un hijo que muy pocas madres
lo tienen de suerte, y todas lo aspiran.
Porque a tus dieciocho años ya cumplidos
nunca una pena de ti he recogido,

jamás se abrió tu boca para algún reproche
y en todo momento me has obedecido.
Estudias con ganas, en casa ayudas
y afuera trabajas y traes sustento,
en ti deposito toda mi confianza
y las cosas pequeñas te ponen contento.
Es un placer el que hablemos de todo
porque tú posees unos bellos modos.
.
No recuerdo nunca haber escuchado
que pronuncie tu boca las palabras viles,
y en el caso raro de que algo te enoje
difícil es que ofendas y menos que grites.
Todavía me admiro a estas instancias
que seas el dueño de una gran temperancia.

Porque nadie en el mundo lo sabría mejor
te diré una cosa que nadie te dijo:
tú le das orgullo al nombre de “madre”
y llevas muy alto el nombre de “hijo”.

Por eso, José Ariel, hijo mío,
a Dios le reitero mi agradecimiento
porque desde la cuna te he dedicado
y Él no se olvida de cuanto yo anhelo
que un día estemos los dos en el cielo.

Angelitos en la Tierra


¡Qué lindos los niños de bellas maneras!
son tan agradables que a veces creyera
que son angelitos que están en la Tierra.

Con una sonrisa algún favor traen
y si algo precisan con permiso advierten,
escuchan callados y si se les pregunta
contestan con modos de singular deleite.

A una mujer le dicen “señora”
y a un ancianito lo llaman “abuelo”
y si algunas veces algo quieren mucho
no chillan, ni gritan ni se tiran al suelo.

Son tiernos, alegres, felices y buenos
guiados por una mano de ternura y celo.
Si tú como madre has formado estos
niños “especiales” mereces el cielo.

¡Estás tan grande!



¡Qué lindo es verte ir solo a la escuela!
estás ya tan grande que a veces me pesa
que no seas el niño que mis ojos velan
y de mi dependas...y de mi dependas.

Pero así es la vida y está establecido
que en algún momento remontes tu vuelo,
y yo sea la madre que quede en el nido
esperando ansiosa tu feliz regreso.

Cuando eras infante un día te impuse
un pacto perpetuo que a nadie confías.
esas ocurrencias que a veces tenemos
las madres que amamos con tenaz porfía.

Te pedí que un día, cuando seas grande,
no importan los años que lleves a cuenta,
que nunca te olvides y no te avergüences
de ser tú mi niño hasta los cincuenta.

domingo, 28 de noviembre de 2010

La Familia



La noche es propicia, descansemos un rato,
sentemos juntos, muy juntos los cuatro.

Los padres, los niños la mesa comparten
los juegos, la risa, la tertulia afable.
Cosas no comunes ya por estos días
estos especiales ratos memorables.

Hogar y familia, amor y cariño,
alivio a los padres, refugio a los hijos,
y el ángel del cielo, un mudo testigo
a Dios le comenta aquello que ha visto.

-Hoy vi a una familia en reposo y calma,
todos se querían, todos se ayudaban.
La madre virtuosa, el padre prudente
y con alegría los hijos jugaban.

-La hora del culto era muy esperada
y con reverencia se arrodillaban
para pedirte con toda sus almas
que con tu bondad bendigas la casa.

Cosas no comunes, esto que acontece…
La familia que ora, unida permanece.