la que un día en intrépida osadía
arrojaste en mi vientre que ardía.
y mi mente no usó lógica y si prisa.
Mas luego tu adiós me sonó a risa
y en el fango arrojé mis ilusiones.
Ellas eran un puñado de ficciones
y mi actuar, un salto en la cornisa.
Pero aún, así, con todo, sigo atada
con ingenua candidez y desespero
en aquellas promesas ya marchitas.
que renacen cuando viene la alborada
y asesinan con los rayos de un lucero.
La infamia que me hiciste fue gratuita.