jueves, 31 de mayo de 2012


Hoy me levanté luego de un mal sueño. En el estaba Jorge royéndome las entrañas. Solo tres meses duró nuestra relación, una relación que solo me trajo sufrimientos.
En ese sueño revivía toda la tortura mental a la que me había sometido. Menos mal que duró poco y pude zafar rápido.
Estos últimos años fueron pasando, me volví a enamorar y el curso de los sucesos transcurrió sin sobresaltos.
Solo hubo un paréntesis, un pequeño paréntesis...
Estando yo de noche, paseando por las callecitas del pueblo, Jorge se apareció de pronto desde la oscuridad. Todavía en la memoria de mi piel estaban vivos sus caricias y sus besos. Se acercó con su sonrisa cínica de hiena y un aliento que destilaba la podredumbre de su alma.
Mi orgullo propio me incitó a hablarle como si nada me importara, y él, detrás de cada frase, me tiraba una estocada de afrenta y degradación. Le gustaba herirme.
Me hice la distraída y seguí conversando como si nada.
En algún momento mi  compostura se hizo trizas y empecé a recriminarle su mal proceder.
Se rió bajito. Era evidente que eso le daba placer, un  psicópata divirtiéndose con el sufrimiento ajeno.
Mi cara empezó a mojarse de rabia e impotencia, y cegada por las lágrimas avancé a tientas unos pasos.
Todo sucedió muy rápido, sentí silencio, y al detenerme me di cuenta de que estaba hablando sola.
Al darme vuelta vi como Jorge estaba tirado en el piso, con las manos apretando su pecho y la cara desencajada. Apenas podía escuchar un murmullo apagado que me suplicaba ayuda.
Hice un ademán para agacharme y me quedé por la mitad. Moví de un lado al otro mi cabeza, lentamente, y observé  como la calle estaba desolada y sin testigos a la vista.
No dudé si lo que hacía era o no correcto, pero tuve un repentino brote de satisfacción.Luego me marché dejándolo solo.
Me fui con la seguridad de que moriría como lo que fue, una rata, pero no sin antes regalarle la más malvada de mis sonrisas.

miércoles, 2 de mayo de 2012

El sumiso dependiente




Me aboco a  aceptar tu gélida postura
como quien mira el inicio de un sendero,
anhelando que mi verbo lisonjero
abrevie este sabor a sepultura.

Razono que  vivís sin atadura.
Yo a tu lado he sido un escudero
porque siempre te ayudé y fui sincero
ligando mi vida a tu cintura.

¿Cuál será el final de este camino?
Hasta ahora no lo pienso ni adivino
ni me rindo todavía, ni sentencio.

Vivo el hoy y me interesa un comino
cuando sufro prendo mi copa de vino
y entre vahos… acaricio tu silencio.