y no es poco, yo te entiendo y te lo digo,
yo he pasado algunas penas en mi vida
y aunque no sean las tuyas, te concibo.
Que no puedas perdonar yo te comprendo,
dispensar no es de todos, ni frecuente,
porque nada paga el daño que te han hecho
y mejor es condenar, más contundente.
Y si hay algo que percibo en tu semblante
son los rastros de rencor hasta la muerte,
y la furia, y el recelo y el enfado
de todo aquello que ha causado tu oponente.
Yo te entiendo, de verdad que yo te entiendo
que los hombres son más crueles que alimañas
que engañan, que asesinan y pervierten
y traicionan a todo el mundo con sus mañas.
De sacarte tu alegría y tu confianza,
lo que a ti te han dejado y el despojo
de arrasar con tu salud y librar fianza
para seguir delinquiendo a su antojo.
Bueno sea que tu mano justiciera
revindique a otro mar de criaturas
que tuvieron menos suerte que la tuya
y tal vez ya están en fría sepultura.
No te prives de ser malo, no perdones
y rebájate al igual que aquellas bestias
que arrasan con la vida de inocentes
mofándose de su tan grande carencia
Que no tienen alma y ninguna
cosa buena que los llame ser humano,
rebájalos y arrástralos en el polvo
y cuando pidan, písales la mano.
O tal vez, al mirar que hay afligidos
a los que nadie ayuda ni socorre
te detengas un momento compasivo
y le entregues todo el tiempo que dispones.
Y de esos, de esos si, tenlos en pena
porque son de menos suerte que la tuya
y en vez de condolerte por ti mismo
consumiéndote en encono y te recluyas
te conduelas de dolores, no los tuyos,
y ayudes a otra alma angustiada
compartiendo lo que tienes con el pobre,
el enfermo, con el preso y la esclava
Pero no puedes perdonar y estás dolido.
¿Con qué pagan los culpables el dolor
que impíamente contra ti han cometido?
Solo puedes revertirlo dando amor.
Si no lo tienes, tú dalo a otras personas
hasta que puedas llamarlos tus hermanos
y veras a un milagro que te envuelve
perdonando todo el mal que te han causado.