lunes, 24 de enero de 2011

La tía María Inés


-Ver la penumbra de sus ojos y enamorarme fue una sola cosa. No entiendo porqué en vez de ver el globo aerostático me confundo con su lastre.
Así se quejaba la tía María Inés a mí, una mocosita de 11 años, cuya principal y maravillosa virtud era escuchar atentamente sus desencantos amorosos.
María Inés tiene 35 años, muy bonita, solvente económicamente, abogada y una eximia profesional en el arte de elegir novios atorrantes, vagos, casados y rufianes.
Pero luego pretendía darme consejos para cuando llegase mi hora de buscar marido. En realidad, y para no ser atrevida no se lo dije, hubiese preferido que me escriba sus memorias para hacer totalmente lo contrario.
Su hermana mayor, mi madre, al momento se daba cuenta que María Inés volvía a estar sola y solo esbozaba una sonrisa cuando me pasaba el auricular del teléfono diciéndome
- Buscan a la sobrina preferida-.
Bueno, a mi no me iba tan mal. Los paseos, helados, regalos y tantas cosas que me obsequiaba la tía en sus ratos de abstinencia, eran impresionantes.
Pasaron muchos años y nuestro vínculo de amor y confianza nunca se cortó. La hice tía abuela dos veces, y un día, después de un largo viaje que hizo por Europa, cuando María Inés contaba con 65 años, todavía muy hermosa y dinámica, volvió con la noticia que se casaba.
Casi me caigo de la impresión.
- ¿Pero, en serio? Bueno… en horabuena. La verdad que me daba cosa verte siempre sola y sin pareja. Me alegro.
Se hizo un largo silencio y me sostuvo una mirada que nunca hubiera querido tener sabre mi, como si mirase a una extraña, entre enojada y sorprendida.
Y al fin, me dijo con gravedad:
- Nena, vos viste todo lo que tenías que ver. Esta es solo una pareja con papeles.

Soneto de un pedido


Porque este es el día y es la hora
no intentes demorar con devaneos
imitando a la fe de los ateos
diciendo que lo nuestro no mejora.

Colócate los brillos de la aurora
no dejes que te venza la negrura
el canto por la vida ya se augura
de mi mano y con sed abrasadora.

No puedo vencer sola, ven conmigo
a luchar esta cruzada de la entrega
y se mi compañero, amor y amigo

porque si en este instante renunciara
el desconsuelo al sepulcro me llevara
siendo tu mi enterrador y mi testigo.

Un amor muy nuestro

Todo ha terminado, y cuando te ausentes
en tu memoria llena de recuerdos,
una partecita, que es muestra, es tuya
te estará cubriendo de colores bellos.
Y si lo vivido no es capaz de irse,
porque lo vivido fue todo muy bueno,
no te sientas triste, tampoco te enojes,
ya que a la distancia sonrío y me acuerdo
desde tu inocencia hasta tus miradas,
y ellas me alegran y cubren mi cielo.
Y porque si fuimos una vez amantes
no podrá dejarnos un amor tan pleno.
Se habrá apagado la de sed de suspiros
pero cuando evoques todos mis recuerdos
yo te seguiré dando toda esa alegría
que por muchos años o por poco tiempo,
fuiste muy dichoso en mi compañía
y yo con la tuya ¿no es eso muy tierno?
Y aunque al amor se le cambie el nombre
continuará siendo un amor muy nuestro.

domingo, 23 de enero de 2011

En paz con tu recuerdo

 


Un día cualquiera, cuando el sol se esconda,
me sentaré bajo la lumbre de la luna en mi jardín,
y acompañada por estrellas titilantes
y el fresco aroma del verdor de los veranos
evocaré lo feliz que he sido yo a tu lado.
Habrá, eso si, pasado mucho tiempo,
pero no será un tiempo que haya pasado en vano.
Será un tiempo que alivianen los dolores,
las ausencias, los rencores y el hartazgo.
Será un tiempo sabio que me enseñe a valorar
lo mejor de aquello que vivimos y que me has dado;
y surgirán dentro del pecho sentimientos depurados.
Entonces tendré paz... y estaremos a mano.
Tu memoria jamás caerá en el olvido
aunque a veces, el verbo retocado,
te exalte mas allá de lo debido.
Pero esas son trampas que usa el tiempo y el pasado.
Te sacaré del arcón de lo prohibido
para colocarte en mi mesa, en un retrato,
y aceptaré que fuiste parte de mi vida...
sin enojos, ni añoranzas, ni reclamos.

La muerte del amante


Y nadie se atrevió a interrumpirlos...
ni la noche que muy triste no se iba,
ni estrellas que sus luces pestañeaban
ni la brisa que su marcha reprimía.

Y nadie se atrevió a interrumpirlos...
era largo el gemido en madrugada,
una luna conmovida se echaba sobre ellos
oponiéndose a que llegue la alborada.

Una noche en que el tiempo no pasaba,
una noche en que el reloj se detenía,
una noche que se volvió río de lágrimas
y una nívea palidez todo cubría.

Y en doliente despedida, dos amantes,
con el último aliento de sus vidas
se dieron un beso apasionado
y en silencio apuraron la partida.

En el largo transitar camino a casa
iba a tientas, pues los ojos no veían,
un velo de humedades incesantes
e insistentes, a la vista la envolvían.

Y el corazón, consternado por motivo
que no podía aceptar, ni lo entendía,
se iba apagando de dolores
y sentía que el pecho lo oprimía.

Y a un kilómetro del punto del encuentro
el corazón fatigado se afligía,
y era tanto el sufrimiento acumulado
que sangraban por sus poros las heridas.

Y a un kilómetro del punto del encuentro
el desconsuelo precipita su caída,
el corazón se apaga por la pena,
y la boca exhala su última elegía.

La noche, negra en luto, y la luna,
el canto aletargado de la brisa,
aquellos que fueron los testigos
de esa inmensa tristeza sin medidas

circundan el cuerpo, ahora yerto,
del amante mas amante que existía.
La luna puso frío en sus facciones
y un coro de estrellitas lo suspiran.

La mala suerte


Me cae como gargajo desde el cielo,
me duele como piedra en un zapato,
la mala me entretiene de hace rato
la buena... bien escasa y por el suelo.

Quizás a usted le sirva de consuelo
porque a mi, ni de alivio me ha servido
la frase que se sabe de sabido
que aparenta me tomara por el pelo.

Porque ahora veo nubes y borrascas
yo no tengo como un ave a su nido
o tal vez algún refugio en un tejado,

mi suerte me tendrá andando en ascuas
no parando después de lo llovido
y se empeña en llover sobre mojado.

La alegría de tu amistad



Recibe mi alma en las alas ligeras
de un beso pulido de amor celestial,
si tú lo aceptaras y yo me gozara
con el solo hecho sencillo de dar.
¿Qué mas yo quisiera? ¿Qué mas yo deseara?
me colma tu risa, tu diáfano ardor,
ver en tu mirada que feliz tú eres
y que abres tu aliento como se abre una flor.
Y que en la corola de vivos colores
que tiene la fuente de tu palpitar
renueva en sus aguas el don cristalino,
el don más divino y humilde de dar.
Si puedo gozarme con tu alegría
a lo poco que hago… le agregas aún mas.

Entrega

Que la luna se engarce
en el brillo de tu pelo,
que tu torso masculino,
motivo de mis desvelos,
tus dedos, garras sensibles,
se adentren en mis anhelos
y prenda en mis contornos
un grande calor de fuego.
Y así, desnuda en tus brazos
naveguemos mar adentro,
tú, sin ropa, yo, mojada
por tu lengua y por tus besos.
Tú, deseoso, yo, entregada,
y los dos en un concierto
de gemidos y suspiros
todo el aire bauticemos
con la música que solo
puede inspirar el deseo,
aquel que cuando se realiza
emprende un raudo vuelo
elevando a las caricias,
que van escalando al cielo.

¡Que me cueste!


Si no tuviera miedo
de amarte y de perderte
pensaría que el designio
ha llegado en alas rotas;
pensaría que el destino
es un concierto de momentos
y que cae cuando es tiempo
y que a cada quien le toca
solo lo que viene en suerte,
sin triunfos, sin derrotas.
Si creyera que no he hecho
lo mejor que he podido,
si el premio de tu amor
fue el fruto de una espera,
borraría el almanaque,
el reloj descompondría
hasta colmar a tu vida
de soles y primaveras.

La Conciencia



Está dormida como oso en madriguera
que huye del rigor de los inviernos,
y tu alma crepitando en una hoguera
habitada de ansiedades y recuerdos.

¡Qué más loco que pactar con dos acuerdos!
Uno enfría el exterior de la piel seca
y otro mira al interior con una mueca
y sostienen a tu paz dos pies izquierdos.

Ni concilios, ni contratos, ni avenencias
podrán nunca devolverte la cordura,
pues la sobria e imparcial Inteligencia

no hace alianza en esta forma de locura.
O escuchando a la voz de tu Conciencia
aferrado a lo que imponga, tengas cura.