lunes, 24 de enero de 2011

Carne de casting


Si, esta bien, te llamas Ricardo, acabamos de encontrarnos.
Y tu nombre me has dicho esperando que me acuerde
y a los otros hacer notarlo.
Desapercibido misterio que se confunde impotente
en la gran cantidad de gente que viene a visitarnos.

Una langosta en la manga, un ave en la bandada,
una abeja en el enjambre, una gota en el mar.
Me olvidaré de tu rostro apenas te des la vuelta,
recordar rostros me cuesta de tanto verlos pasar.

Y tal vez andando el tiempo te me acerques y preguntes
con candidez inocente, ¿Te acuerdas tú de mí?
y no sabré responderte por mas que con datos alumbres
mi memoria, que no tuvo, ningún lugar para ti.

¿Quién no ha amado en este mundo?

¿Quién no ha amado en este mundo?
¿Quién dice que nunca recibió amor?
¿Existirá un mas fiero rencor
Que aquel que no fue amado
Ni amante ha sido?
Tal vez no es su hora y se ha perdido
En las densas tinieblas del dolor.

Y el dolor que te quita la razón
Puede hacerte un hombre resentido
Ten cuidado de saltar ese escalón
Por mucho menos tantos otros han perecido
En locura, en horror y destrucción
No eres tú descubridor de la aflicción
Pero si el forjador de tu destino.

¿soy deísta?


Señor, creo en ti, ¿soy deísta?


Quizá por eso insistas
en todo aquello que debo.
Porque el creer por creer
ya son muchos, lo comprendo,
no te gusta que te mientan
y que gano con saber,
los demonios que te vieron
creen en Ti y tiemblan.

Sainete

Una mujer va gastando
sus años en la triste espera
que un hombre que es casado
a sus amores ceda.

Pero el moderno proxeneta
se apoderó de su esencia
que manipula y obliga
a que viva de apariencias.

Ella lo ve cuando él puede,
cuando le sobra el tiempo,
y en los ratos que lo tiene
procura darle contento.

Ella ama enloquecida
a un amor que la daña
y haciendo caso omiso
él en nada la acompaña.

Cualquier excusa es válida
para no dejar de verlo
y se engaña en una pálida
esperanza sin sustento.

La mujer del hombre casado
lo sabe todo y artera
a la amante de su esposo
con falsía la tolera.

Ella también es esclava
de una pérfida farsa,
que malvada sobrelleva
e infeliz la enmascara.

Y dan mucha pena los tres
que componen este sainete
que ni para tragedia alcanza
ni para comedia promete.

Me dejaste sola

Me dejaste sola en la densa bruma
para que mi alma vague perdida,
y por mas que necia no lo asuma,
mis pesares precipitaron tu partida.

Porque no diste lugar a mi congoja,
ni quisiste aliviar mi desconsuelo,
ahora, a la distancia se me antoja
que escucharme para ti fue un señuelo.

¿Hubiera ido mas allá de este presente
tu supuesta atención interesada?
en lo que supone que todo amor promete
de cuidarnos mutuamente en las malas.

Pero si ante el primer infame desvelo
el ánimo de tu comprensión pronto se cansa,
tu doctrina es cual de muchos de tu temple:
“por el río agua viene, agua pasa”.

Por favor...


Dí ahora tú la palabra, la mágica llave,
que todos esperan, y toda puerta abre.
Aquella que te enseño con amor tu padre
y que cuando se pronuncia emite calor,
nombra esa palabra, pide “por favor”.

Amiga...

Amiga…
te estoy adivinando a la distancia
y se que estás al alcance de mi mano.
No se si llamar a esto
amor de amigos o amor de hermanos.
O solo es amor,
que nació de la suma de momentos
que rato a rato las dos atesoramos.
Me acuerdo del primer novio,
el primer paseo,
la primera angustia que juntas pasamos.
Grandes alegrías, grandes los secretos,
la pena al marcharte….
la ansiedad por reencontrarnos.
Dios hizo posible que nos conociéramos,
de saber que éramos, y saber que estábamos.
Por eso no importa que no nos veamos…
tú tiendes tu mano, yo tiendo la mía
y hay un corazón que late todavía
en un universo y una lejanía
que se acorta al punto, cuando en pensamiento
las dos nos sentimos
hermanas y amigas.

Después

Después.
Que palabra horrible, que palabra fría.
La más indiferente, la que no precisa.
La que no se ata ni se compromete.
La que se desliga...
Después.
Después, puede ser mañana, dentro de un mes,
algún día…
Y sin embargo, así, “después” puede ser…
¿Llegará ese día?

Cuando todo pase

Cuando todo pase, amor de mi vida
volveremos a hablar de nuestras cosas,
cuando no sea esta pasión tan dolorosa,
ni sean tantas las lágrimas vertidas.

El dolor que siento me enloquece,
siento que la piel de mí cae a jirones
se clavan en mi pecho tantas emociones
que el miedo de no verte me estremece.

Tu no tienes culpa, amor, culpa de nada,
y en mi dolor no quiero acongojarte,
si en silencio debiera recordarte
para no alejarte, y mi pena no te invada.

Tu mirada ingobernable

Tu mirada ingobernable que no cede a mis antojos,
infranqueable a mi conquista, ausente, inescrutada.
Aunque te clave agresiva una profunda puñalada,
vaga por otros senderos, cuando te miro a los ojos.