miércoles, 26 de enero de 2011

Un chinito loco

Un chinito loco
sobre un cojín
sueña que un día
será un mandarín

Sueña que te sueña
un sueño sin fin
a buscar su reino
se fue a Pekín

Vestido elegante
de capa y bombín
como todo un rey
se fue en palanquín

Se abrieron las puertas
al son del clarín
y el chinito loco
se metió al jardín.

Mucho fue el revuelo,
mucho fue el trajín
un nuevo monarca
tenía Pekín.

Dicen que además
era gran espadachín
y en todas las fiestas
el mejor bailarín.

El mejor navegante
de todo bergantín
y el mejor flautista
de todo flautín

Guarda ya tus sueños
en un maletín
chinito chiflado
cabeza de adoquín.

Para Laurita

Que lindos son los mohines
de tu pícara carita.
Un almacén de expresiones
en tus ojos y boquita.

Que grandes abres tus ojos
cuando hay algo que te admira
y cuando algo te apena
enrojecen con sal viva.

No entiendes de la maldad
mi pequeña distraída
nada ata a tus sentidos
más que el encanto y la risa.


Que nadie estorbe tu inocencia
elemental y cristalina,
que los ángeles del cielo
a todas partes te sigan.

Una nana para Anita


Veo en ti, veo en ti
un jazmín y un alelí,
cuando se abren lentamente
tus ojitos, simplemente,
es un regalo para mí.

¿Dónde vas? ¿Dónde vas?
adelante y para atrás.
Tus pasitos saltarines,
agitados, bailarines
nunca se cansan jamás.

¿Y qué tocas, y qué tocas?
tus manitas primorosas
juegan, manchan, presurosas
de explorar todas las cosas.
Alitas de mariposas.

¿De qué ríes, de qué ríes?
tu boquita y tus mohines
y el sonido de tu risa
se esparcen como la brisa
que deja chocolatines.

De todas las niñas bellas,
la más bella es mi Anita,
dulce, alegre, encantadora,
en mi mundo, una estrellita.

Ponte tus botitas


Ponte tus botitas,
tu saquito de hilo,
peino tus trencitas
y vamos de camino.

Cuando en la plaza
veas a un globero
un bonito globo
prenderé a tu dedo.

Un helado grande
de miel y frutilla
será el primero
que tenga mi niña

Sentada a la hamaca
al cielo te lanzo,
tu risa inocente
será un dulce canto.

Entre tantas flores
de un jardín de niños
mi pícara niña
es todo un cariño.

José Ariel


¿Sabes, hijo mío? Hay veces que pienso
que no expreso mucho el amor que me anima,
porque eres un hijo que muy pocas madres
lo tienen de suerte, y todas lo aspiran.
Porque a tus dieciocho años ya cumplidos
nunca una pena de ti he recogido,

jamás se abrió tu boca para algún reproche
y en todo momento me has obedecido.
Estudias con ganas, en casa ayudas
y afuera trabajas y traes sustento,
en ti deposito toda mi confianza
y las cosas pequeñas te ponen contento.
Es un placer el que hablemos de todo
porque tú posees unos bellos modos.
.
No recuerdo nunca haber escuchado
que pronuncie tu boca las palabras viles,
y en el caso raro de que algo te enoje
difícil es que ofendas y menos que grites.
Todavía me admiro a estas instancias
que seas el dueño de una gran temperancia.

Porque nadie en el mundo lo sabría mejor
te diré una cosa que nadie te dijo:
tú le das orgullo al nombre de “madre”
y llevas muy alto el nombre de “hijo”.

Por eso, José Ariel, hijo mío,
a Dios le reitero mi agradecimiento
porque desde la cuna te he dedicado
y Él no se olvida de cuanto yo anhelo
que un día estemos los dos en el cielo.

Angelitos en la Tierra


¡Qué lindos los niños de bellas maneras!
son tan agradables que a veces creyera
que son angelitos que están en la Tierra.

Con una sonrisa algún favor traen
y si algo precisan con permiso advierten,
escuchan callados y si se les pregunta
contestan con modos de singular deleite.

A una mujer le dicen “señora”
y a un ancianito lo llaman “abuelo”
y si algunas veces algo quieren mucho
no chillan, ni gritan ni se tiran al suelo.

Son tiernos, alegres, felices y buenos
guiados por una mano de ternura y celo.
Si tú como madre has formado estos
niños “especiales” mereces el cielo.

¡Estás tan grande!



¡Qué lindo es verte ir solo a la escuela!
estás ya tan grande que a veces me pesa
que no seas el niño que mis ojos velan
y de mi dependas...y de mi dependas.

Pero así es la vida y está establecido
que en algún momento remontes tu vuelo,
y yo sea la madre que quede en el nido
esperando ansiosa tu feliz regreso.

Cuando eras infante un día te impuse
un pacto perpetuo que a nadie confías.
esas ocurrencias que a veces tenemos
las madres que amamos con tenaz porfía.

Te pedí que un día, cuando seas grande,
no importan los años que lleves a cuenta,
que nunca te olvides y no te avergüences
de ser tú mi niño hasta los cincuenta.

Rosa


Su dolor no llame agudo
quien llora con frenesí,
el gran sentimiento es mudo
¡triste es aquel que no pudo
decir siquiera: ay de mí!

Juan de Iriarte





Rosa sufría su amor
en lacerante agonía
y de sus ojos partían
las lágrimas del dolor.

Y negada al calor
del consuelo del olvido
el daño por ella servido
era su dueño y señor.

Y con tozudez rotunda
el desamor era su apego
que la sumía en el anego
de una miseria fecunda.

Más un día inolvidable
Rosa salió a la calle
e hizo el destino que halle
una lección imborrable.

Arrumbado contra un muro
se hallaba un perro sarnoso
de aspecto desastroso
y el cuerpo por el frío duro.

No se que divina alborada
hizo entrar en su mente
la necesidad conciente
que del perro era esperada.

Y sacose su cobertor
con que cubrió al canino
y juntos fueron en camino
hacia la casa del doctor.

Y la vida a la sazón
le hizo entender a Rosa
que a veces pasan las cosas
por una buena razón.

Que mientras ella perdía
entre aflicciones sus horas
siempre hay alguien que te adora
y espera tu simpatía.

Solo basta que se entienda
que la vida es en esencia
una mano que precisa
y otra mano que se extienda.

Déjame expresarme


Como expresar lo que siento si con palabras no logro
decir la frase perfecta que describa mi estremecimiento.
Si advierto el pecho ahogado en esta búsqueda estéril
de encontrar la bella forma de afirmar mi sentimiento.

Déjame expresarme, déjame por favor, que muero.
Se petrifica el lenguaje, se agiganta mi dolor,
porque no me alcanza el hecho de amarte, amado mío
déjame, correspondiéndome, a que te haga el amor
.

Resignación


Ya no hables más, Corazón y demuestra entereza,
acepta con la cabeza aquello que se te niega;
no sufras deslealtad y no des más de tu entrega
no hubo error ni agravio, ni hubo alguna flaqueza.

Si él no te quiere mas, no reclames, no persigas
aquello que se acabó, detente un poco y olvida.
Sufre en silencio solo por si se te va la vida
confiesa tu desamor, que en negarlo te castigas.

Que sea un secreto de a dos esta aflicción compartida,
yo no contaré tu pena y tú no contarás mi desdicha,
¿que ganas con insistir con premisas que encaprichan?
deja a tu amor partir y apura la despedida.

¿O moriremos los dos en esta lenta agonía?
¡basta!, que ya no soporto tu terrible letanía
no creas que con sufrir enalteces tu elegía
los amores no se fuerzan ¿no lo entiendes todavía?