tú
sobre la cama, yo… en el rincón.
Se
inquieta la noche que cae a pedazos
porque
presentimos un próximo adiós.
Silencios
molestos, clausuras cobardes,
lágrimas
que arden en el interior.
Palabras
que mueren antes de decirlas
erigiendo
un muro entre vos y yo.
Cuando
al fin me quiebro, desemperezada,
hablo
desde el sitio de mi desazón.
No
existe el orgullo para el que ama,
no
existe el olvido, ni existe el adiós.
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