lunes, 24 de enero de 2011

Cinismo

Despeñándote en tus dolores vas, Cayena,
no me antojan ya tus razones ni motivos.
Si has olvidado, por las dudas, soy ser vivo
al que cansas con tus quejas y tus penas.

Eres joven, eres linda, eres donosa,
¡y que diosa, por favor!, por ti suspiro,
pero últimamente tus gemidos
han colmado mi paciencia prodigiosa.

O tal vez no eres tan esplendorosa
como mi delirio una vez te ha concebido,
y a la triste realidad he rehuido
por verte cada día mas hermosa.

Es el fin, hasta aquí hemos llegado,
y no llores, por favor, que a tu marido,
al que quiero como al mejor de mis amigos,
no deseo verlo vuelto un desgraciado.



La candela de este amor



Se empeña en mis versos la candela
de este amor que aún no se resigna
a ocupar el lugar que se le asigna
en el olvido de tu piel, y no le duela.

Pero sigue insistiendo en el silencio
de las letras perpetuadas en papel
que exclaman todo el apego aquel
que ya has olvidado, y no sentencio.

Mas yo me sentenciara si olvidara
que mi alma eternamente enamorada
con tu afecto un día cobro vida,

porque antes era alma fugitiva
y tu amor la convirtió en alborada
aunque todo ese ardor en ti no viva.

Mi triste espera

¿Qué hace que falaz, mi triste espera,
enajene a mi ilusión que aguarda en vano?
Se escapa la esperanza de mi mano
y de tanto esperar me desespera.

Me rompe el corazón de una manera
que obnubila las razones de mi mente,
y loca voy sin rumbo, norte o continente
porque tengo puesta en mí ya tal ceguera

que aunque lo peor me aconteciera
mi razón ya no distingue realidades,
la demencia me ha dispuesto efectos tales

que socavan hondamente mi cordura.
Por ser necia he cedido a tus antojos
y estos me han llevado a la locura.

Ojalá que seas

Ojalá amor mío, seas el que espero,
ojalá mi cuerpo se funda en tu ser
y me pertenezcas, nos pertenezcamos
y nos reelijamos cada amanecer.

Ojalá me sientas bella como aurora
espero tu seas en mi vida una luz,
y que me cautives y yo te fascine,
y entre tanta gente, solo seas tú.

Ojalá la lucha por ver nuestro sueño
de amor realizado, sea en ti y en mí,
y cese la búsqueda eterna de dicha,
porque aquí me tienes, porque estás aquí.

Y me necesites tanto, que te duela
mi figura ausente, mi voz juvenil,
y por todo el tiempo que dure la vida…
si hoy soy tu septiembre, mañana tu abril.

¿Tengo el derecho?

¿Tengo el derecho de echar en mis versos
aquello que anima a mi confuso sentir?
¿Tengo el derecho de dejar en palabras
aquello que haga a otra alma abatir?

No se. Me pregunto si escojo fielmente
un canto a la mente o un ruin devenir.
Si elevo o rebajo con hondas pasiones
aquello que debo o no debo decir.

Y pido disculpas. Mi afán insolente
ha precipitado mi declamación
y, tal vez con ello, un daño he causado
dejando impregnado cruel tribulación.

Si acaso imprudente yo he socavado
un claro principio o una buena acción
soy reo de muerte, mi estrofa no vale,
la piedad me ampare, no tengo perdón.

La Moral

¿Cómo caí tan abajo? Si hasta ayer ostentaba
una conducta impoluta, un prestigio y una fama
que llegaba hasta el confín de la tierra y era aclamada
por millones de personas por quienes era respetada.

Cuándo cambiaron las cosas en el correr de los tiempos
que sin ser estrepitosa mi caída se fue haciendo;
y una lucha sin cuartel de unos pocos seguidores
que hoy pasan por orates, malvivientes, pecadores.

Y hablan de mi oradores y me describen por muerta,
por pisoteada y revuelta que es difícil descifrar
lo que soy en realidad, y qué embanderan mi lema,
que cada tanto me elevan cuando hay necesidad.

Mi nombre pasan por alto y no me tienen respeto;
este siglo veintiuno me dio vuelta la cara muy mal.
Pero se olvidan que soy el freno de sus excesos,
ya pedirán a los gritos “¡Vuelve a nosotros, Moral!”

Niña de foro

En la barca de un soleado sueño insigne,
pasajera de algún foro almibarado,
recreando algún verso antes versado
y esperando lo que un hado le designe.

Aceptando cuanto toque y cuanto asigne
a su cuota de placeres y soñares,
matizando a sus notas algún pesares
dependiendo cuanto dolo le consigne.

Morirá siendo poeta y siendo niña
en las páginas anónimas de un foro
donde vuelca sus mas íntimos anhelos.

Pero tiene por nobleza en que se aliña
en la senda del recato y del decoro
aunque cubra sus vacíos con un velo.

La soledad

Dicen que la soledad es mala consejera
porque vela de algún modo la alegría,
lentamente va llevando a la apatía
y de la locura es vehemente pregonera.

No le cubre de piedad a quien espera
resolver sus cuestiones en el retiro
voluntario, incoherente y extorsivo
porque tuerce a voluntad de tal manera

las primeras fantasías perseguidas
de que aislándose resultará vencedor
de aquello que infeliz, teme enfrentar.

Pero esas grises clausuras elegidas
tiene un fiero matiz condenador
al alma que su dolor quiere matar.


Tu voz varonil

Amo tu voz varonil, que a mi oído enciende
como una tea caliente, el fuego de mi pasión,
con palabras amorosas que susurras tiernamente,
y con cada una de ellas, te llevas mi corazón.

Lo que aprendí del amor


¿Qué he aprendido de ti?¡Oh, Amor,
aprendí de ti tantas cosas!
aprendí del placer de vivir
gozando las horas preciosas.
Me instruí del disfrute al soñar
con los ojos de un par abiertos,
logré ver los inmensos desiertos
cuales vergeles rutilantes,
experimenté que es ser amante,
descubrí el rubor en mi piel,
ansiedad en mi pecho por “él”,
dueño y amo de mis sensaciones,
y sufrí también decepciones,
soporté tal vez lo impensable.
Me apliqué en vivir como antes
pero ya era tarde… mi esencia
se trastornó con tu elocuencia
de Amor persuasivo y astuto,
deleite y pena fueron tus tributos
que le has hecho pagar, impiadoso,
a mi pobre y común existencia,
que a tus brazos se entrega con gozo.