miércoles, 26 de enero de 2011

No sirvo

No puedo, mi amor, engañarte, hasta tu voz me seduce,
y por más pretextos que use me enloquece este sentir,
no consigo resistir, yo me rindo a tu apostura
ya que en ella se auguran los goces que he de vivir.

La piel se me prende fuego cuando deseando me miras
tus roces son mis tormentos y tu boca el elixir
y no pudo pronunciar mas excusas que te alejen
pues si mi boca mintiese, mis ojos no logran mentir.

Pero luego de estar juntos, cuando te entrego mi alma,
me siento tan solitaria, se apaga el canto del mirlo
y cuesta mucho trabajo en que me vuelva la calma
la verdad debo aceptarla… yo para amante no sirvo.

martes, 25 de enero de 2011

La carta

En tan licencioso Mundo
al cual me trajo la flama
de ser un vergel que allana
los ímpetus de mi vida,
y en licencia compartida
con todo lo que lo apaña
lo convirtió en cizaña
a todo cuanto quería.
No terminé de sufrirlo
cuando en piadoso oponente
una mano presente
a mi mano sostenía
y del final me corría...
y de lo vil me alejaba...
y me costó tardo tiempo
ver que me socorría.
Porque desdichas sin par
era hasta entonces mi vida
que vagaba sometida
a un desconcierto tal,
que amarguras sin igual
a mi frente la rendía
y la ponía por tierra
suplicando por medida
poner a mis males fin
y finalizar con mi vida.
Y estaba en esta aflicción
cuando la mano nombrada
veloz me quitó la daga
haciendo que derramara
entre sollozos y lamentos
la confesión del tormento
de cuanto me angustiaba.
No se acaso si fue
caminante que pasaba,
si fue caballero o dama
aquel que torció mi suerte
porque mis ojos lanzaban
lágrimas que me cegaban
y aunque le suplicaba
-¡Déjame, por favor, verte! –
vi que de mí se alejaba.



Me levante y corrí
de regreso a mi casa
y cuando todo parecía
que era un sueño terminado
la duda se puso a mi lado
por saber quien hubiera sido
aquel que me ha socorrido
y acercarme agradecido

por haberme ayudado.



Una tarde de domingo,
cuando el sol ya moría
recibí una llamada
que suplicando pedía
que fuera pronto a su encuentro
que allí él me diría
cuáles eran sus lamentos
que tanto lo afligían.
Era un conocido
de mi vida de jaranas
que compartía mis fiestas
pródigas de alegrías vanas
y ahora solicitaba
con urgencia mi presencia.
Y cuando nos encontramos
me contó lo que tenía.
- Sabes amigo,- me dijo-
una noche yo entregado
a mi vida disipada
que no me complacía en nada
y me daba desasosiego
me arrimé a aquel paraje
para acabar con mis días.
Y estando en esa cobardía
escuché tus lamentaciones
y viendo que a punto estabas
de hacer lo que yo quería
te arranqué de la mano
La daga que sostenías.
Avergonzado me fui
porque ya no soportaba
hacerme cargo de nada
de lo que yo mismo iba a hacer,
pero todo el dolor aquel
que ese día me acompañaba
no se desvaneció en nada,
socórreme tú, esta vez.
No sabiendo que decirle
más que intentar un consuelo,
pero queriendo con ansias
a su favor corresponder,
le presté mi hombro y mi pecho,
juntos derramamos lágrimas
y fue aquella ocasión
la última en que lo volví a ver.


Pasaron algunos años
y yo seguía intentando
mis penas seguir ahogando.


Un día recibí una carta
de este ocasional amigo
que relataba lo mal
que en la vida le había ido
-Pero entonces- me contaba-
una vez apareció un viejo
que con sus sabios consejos
le devolvió paz a mi alma.
Me decía que aquel vacío
no se llenaba con nada
que no fuese conocer
a Quien nos quiere y nos ama.
Y así me habló de Jesús,
de todo lo que había hecho
por devolverme esa vida
que a la furia regalaba,
que esa no era la forma
de encontrar en mí la calma.
Y siguió por muchos días enseñando
e instruyendo,
y tanta paciencia tenía,
y con tanto amor me instruía,
que alborotado por dentro
gimes de dolor plañían.
Yo no sé que tiene el llanto,
no se que tuvo ese viejo
que sus palabras como en espejo
se reflejaba mi vida,
y sentí que me sacaba
un fuerte peso de encima,
y con todo cuanto decía
mi paz perdida encontraba.
Me despido y te saludo
y a tu entendimiento acudo
porqué quizás te haga falta-
Curioso me puse a indagar
quien fuese aquel Jesús
que murió en una cruz
por todos nuestros pecados,
y quedé maravillado
cuando al fin lo encontré
¡Gracias, amigo fiel,
con tu carta me has salvado!

lunes, 24 de enero de 2011

Grande es mi locura


Mi pecho en mi cuerpo se agiganta
y mi corazón se agita enloquecido,
mi boca ríe, mi garganta canta
a las puertas de un amor perdido.

Grande es mi locura que nadie comprende
si me quedo sola porqué estoy gozosa;
porque cuando pasan los años se aprende
que el dolor se va y la vida es preciosa.


Mueren las palabras

Mueren las palabras cuando ya no hay nada
de caricias suaves ni mirada clara,
cuando ya no pones de noche dormido
mi nombre en tu boca y no me acompañas
a caminar la vida que por estos rumbos
esta sumergida en un sueño profundo
y sin despertar por no darse cuenta
que a su lado hoy ya no te encuentras.

Te miro en silencio y sin molestarte
esperando el día de tu fatal huida,
para que se termine todo este calvario
y puedan cerrarse todas mis heridas.

Cuando tu te vayas, aunque sola y triste,
se habrá acabado mi gran agonía.
¡Ave, alza el vuelo y olvídate todo
de aquello que impida tu triste partida!

El amor es...

¿Es el amor la pena interminable
o la lágrima que tu ojo quema?
Y todo ese afán que te desvela
lo convierte en corazón descuartizado.

Sin duda que no te has interrogado
cual es el significado del amor,
no solo se identifican en el ardor
del ojo que lo llora eternalmente.
El amor es un río resurgente
donde fluye la ternura y contención
que jamás esta exento de pasión
y se añade el esfuerzo, el optimismo,
la alegría, y nunca, nunca da lo mismo
no poder disfrutar la compañía
de la persona que necesitamos
como al aire que a diario respiramos.

No me quiero detener más en expresiones
que no llegan ni siquiera a conceptuarlo,
el amor no se basa en percepciones,
para sentir el amor hay que actuarlo.

Carne de casting


Si, esta bien, te llamas Ricardo, acabamos de encontrarnos.
Y tu nombre me has dicho esperando que me acuerde
y a los otros hacer notarlo.
Desapercibido misterio que se confunde impotente
en la gran cantidad de gente que viene a visitarnos.

Una langosta en la manga, un ave en la bandada,
una abeja en el enjambre, una gota en el mar.
Me olvidaré de tu rostro apenas te des la vuelta,
recordar rostros me cuesta de tanto verlos pasar.

Y tal vez andando el tiempo te me acerques y preguntes
con candidez inocente, ¿Te acuerdas tú de mí?
y no sabré responderte por mas que con datos alumbres
mi memoria, que no tuvo, ningún lugar para ti.

¿Quién no ha amado en este mundo?

¿Quién no ha amado en este mundo?
¿Quién dice que nunca recibió amor?
¿Existirá un mas fiero rencor
Que aquel que no fue amado
Ni amante ha sido?
Tal vez no es su hora y se ha perdido
En las densas tinieblas del dolor.

Y el dolor que te quita la razón
Puede hacerte un hombre resentido
Ten cuidado de saltar ese escalón
Por mucho menos tantos otros han perecido
En locura, en horror y destrucción
No eres tú descubridor de la aflicción
Pero si el forjador de tu destino.

¿soy deísta?


Señor, creo en ti, ¿soy deísta?


Quizá por eso insistas
en todo aquello que debo.
Porque el creer por creer
ya son muchos, lo comprendo,
no te gusta que te mientan
y que gano con saber,
los demonios que te vieron
creen en Ti y tiemblan.

Sainete

Una mujer va gastando
sus años en la triste espera
que un hombre que es casado
a sus amores ceda.

Pero el moderno proxeneta
se apoderó de su esencia
que manipula y obliga
a que viva de apariencias.

Ella lo ve cuando él puede,
cuando le sobra el tiempo,
y en los ratos que lo tiene
procura darle contento.

Ella ama enloquecida
a un amor que la daña
y haciendo caso omiso
él en nada la acompaña.

Cualquier excusa es válida
para no dejar de verlo
y se engaña en una pálida
esperanza sin sustento.

La mujer del hombre casado
lo sabe todo y artera
a la amante de su esposo
con falsía la tolera.

Ella también es esclava
de una pérfida farsa,
que malvada sobrelleva
e infeliz la enmascara.

Y dan mucha pena los tres
que componen este sainete
que ni para tragedia alcanza
ni para comedia promete.

Me dejaste sola

Me dejaste sola en la densa bruma
para que mi alma vague perdida,
y por mas que necia no lo asuma,
mis pesares precipitaron tu partida.

Porque no diste lugar a mi congoja,
ni quisiste aliviar mi desconsuelo,
ahora, a la distancia se me antoja
que escucharme para ti fue un señuelo.

¿Hubiera ido mas allá de este presente
tu supuesta atención interesada?
en lo que supone que todo amor promete
de cuidarnos mutuamente en las malas.

Pero si ante el primer infame desvelo
el ánimo de tu comprensión pronto se cansa,
tu doctrina es cual de muchos de tu temple:
“por el río agua viene, agua pasa”.