miércoles, 26 de enero de 2011

Ateos


No puedo comprender a los ateos,
no puedo vislumbrar su reflexión,
que no cale hondo en su alma una canción,
o el perfume, o las plantas o el sol
y no indaguen con intriga quien ha sido
Aquél que ha creado de aquel modo
con tanta perfección respecto a todo
y también con respecto a si mismos.
No puedo entender cuando se enferman
que su voz a nadie ruega a nadie clama.
y a la hora irremediable de la muerte
se acongojen y resignen dócilmente
a que después de esa muerte ya no hay nada.
Ni que en su lapso absoluto de alegría
se estremezca agradecida y libre el alma,
que cuando descubren el amor de la pareja
no inquieran si en verdad hay mas sublime
que lo etéreo, lo terreno, lo tangible
y asombrados vayan pronto al encuentro
de Aquél que formó lo incorruptible.
No me explico que cuando al ver a un hijo
no examinen el milagro de la vida,
todo es igual, la pena o la alegría
por querer racionalizar el sentimiento.


Y tal vez, solo tal vez, en mi ignorancia
como Lázaro resuciten a su llamado,
el Señor que es Señor de lo imposible
y a nadie le pasa por al lado.

Pinamar infantil


Pinamar de sus pinos cuajada
parece un cuento mágico de hadas.
Cientos de cotorras en sus eucaliptos
cuentan sus secretos cotorreando a gritos.
Y cuando ellas hablan se hace trizas
el silencio verde que se escapa a prisa.
El aire mas limpio que se puede pensar
se encuentra arraigado en este solar.
En la primavera florecen con gracia
las flores amarillas de las acacias.
Sus arenas blancas se vuelven de oro
cuando el sol ufano saca su tesoro.
Y el verano por todos esperado
hace de Pinamar su lugar deseado.
Y todos sus niños con algarabía
viven regalando toda su alegría.

Paquito


Paquito se fue a la tienda
a comprar dos helados,
uno grande de frutilla
y otro grande de pistacho.
Uno para el papá y el otro para él
¡pero que tentación tan cruel!
hacía tanto calor
que se comió un heladito
en un decir uno dos.
Cuando llegó a su casa
el papá le preguntó
una pregunta que Paquito
muy bandido le mintió
-Paquito, por qué el cucurucho
de mi helado está vacío?
-Porque el tuyo, papito,
se derritió en el camino.
Y el papá respondió:
-Pero que helado mas raro
el tuyo esta todo entero
y el mío esta regado
por la calle en que viniste
y dejaste el suelo manchado.
Busca balde y cepillo
y pronto ve a limpiar
todo el reguero de helado
que dejaste al pasar.
Y así, por mentiroso
Paquito se vio castigado
¡Ay! que le salió caro
el comerse el otro helado.

Un chinito loco

Un chinito loco
sobre un cojín
sueña que un día
será un mandarín

Sueña que te sueña
un sueño sin fin
a buscar su reino
se fue a Pekín

Vestido elegante
de capa y bombín
como todo un rey
se fue en palanquín

Se abrieron las puertas
al son del clarín
y el chinito loco
se metió al jardín.

Mucho fue el revuelo,
mucho fue el trajín
un nuevo monarca
tenía Pekín.

Dicen que además
era gran espadachín
y en todas las fiestas
el mejor bailarín.

El mejor navegante
de todo bergantín
y el mejor flautista
de todo flautín

Guarda ya tus sueños
en un maletín
chinito chiflado
cabeza de adoquín.

Para Laurita

Que lindos son los mohines
de tu pícara carita.
Un almacén de expresiones
en tus ojos y boquita.

Que grandes abres tus ojos
cuando hay algo que te admira
y cuando algo te apena
enrojecen con sal viva.

No entiendes de la maldad
mi pequeña distraída
nada ata a tus sentidos
más que el encanto y la risa.


Que nadie estorbe tu inocencia
elemental y cristalina,
que los ángeles del cielo
a todas partes te sigan.

Una nana para Anita


Veo en ti, veo en ti
un jazmín y un alelí,
cuando se abren lentamente
tus ojitos, simplemente,
es un regalo para mí.

¿Dónde vas? ¿Dónde vas?
adelante y para atrás.
Tus pasitos saltarines,
agitados, bailarines
nunca se cansan jamás.

¿Y qué tocas, y qué tocas?
tus manitas primorosas
juegan, manchan, presurosas
de explorar todas las cosas.
Alitas de mariposas.

¿De qué ríes, de qué ríes?
tu boquita y tus mohines
y el sonido de tu risa
se esparcen como la brisa
que deja chocolatines.

De todas las niñas bellas,
la más bella es mi Anita,
dulce, alegre, encantadora,
en mi mundo, una estrellita.

Ponte tus botitas


Ponte tus botitas,
tu saquito de hilo,
peino tus trencitas
y vamos de camino.

Cuando en la plaza
veas a un globero
un bonito globo
prenderé a tu dedo.

Un helado grande
de miel y frutilla
será el primero
que tenga mi niña

Sentada a la hamaca
al cielo te lanzo,
tu risa inocente
será un dulce canto.

Entre tantas flores
de un jardín de niños
mi pícara niña
es todo un cariño.

José Ariel


¿Sabes, hijo mío? Hay veces que pienso
que no expreso mucho el amor que me anima,
porque eres un hijo que muy pocas madres
lo tienen de suerte, y todas lo aspiran.
Porque a tus dieciocho años ya cumplidos
nunca una pena de ti he recogido,

jamás se abrió tu boca para algún reproche
y en todo momento me has obedecido.
Estudias con ganas, en casa ayudas
y afuera trabajas y traes sustento,
en ti deposito toda mi confianza
y las cosas pequeñas te ponen contento.
Es un placer el que hablemos de todo
porque tú posees unos bellos modos.
.
No recuerdo nunca haber escuchado
que pronuncie tu boca las palabras viles,
y en el caso raro de que algo te enoje
difícil es que ofendas y menos que grites.
Todavía me admiro a estas instancias
que seas el dueño de una gran temperancia.

Porque nadie en el mundo lo sabría mejor
te diré una cosa que nadie te dijo:
tú le das orgullo al nombre de “madre”
y llevas muy alto el nombre de “hijo”.

Por eso, José Ariel, hijo mío,
a Dios le reitero mi agradecimiento
porque desde la cuna te he dedicado
y Él no se olvida de cuanto yo anhelo
que un día estemos los dos en el cielo.

Angelitos en la Tierra


¡Qué lindos los niños de bellas maneras!
son tan agradables que a veces creyera
que son angelitos que están en la Tierra.

Con una sonrisa algún favor traen
y si algo precisan con permiso advierten,
escuchan callados y si se les pregunta
contestan con modos de singular deleite.

A una mujer le dicen “señora”
y a un ancianito lo llaman “abuelo”
y si algunas veces algo quieren mucho
no chillan, ni gritan ni se tiran al suelo.

Son tiernos, alegres, felices y buenos
guiados por una mano de ternura y celo.
Si tú como madre has formado estos
niños “especiales” mereces el cielo.

¡Estás tan grande!



¡Qué lindo es verte ir solo a la escuela!
estás ya tan grande que a veces me pesa
que no seas el niño que mis ojos velan
y de mi dependas...y de mi dependas.

Pero así es la vida y está establecido
que en algún momento remontes tu vuelo,
y yo sea la madre que quede en el nido
esperando ansiosa tu feliz regreso.

Cuando eras infante un día te impuse
un pacto perpetuo que a nadie confías.
esas ocurrencias que a veces tenemos
las madres que amamos con tenaz porfía.

Te pedí que un día, cuando seas grande,
no importan los años que lleves a cuenta,
que nunca te olvides y no te avergüences
de ser tú mi niño hasta los cincuenta.