
Hola, amigos. Este pequeño rincón mío lo he creado para compartir algunos de mis escritos que espero que sean de su agrado. No intento hacer nada innovador ni perfecto, solo expresar, de alguna manera lo que llevo adentro o transmitir la experiencia de otros. Mi nombre es Laura y vivo en un precioso pueblo llamado Pinamar, en la provincia de Buenos Aires, Argentina. Les envío el mas cordial de mis saludos. Todos los derechos reservados
domingo, 17 de marzo de 2013
Miedo
En las noches solas siento mucho miedo.
Pues se para el mundo... y empiezo de nuevo.
Voces... ruidos... sombras...
Buscar... nada veo.
jueves, 6 de diciembre de 2012
El baldío
Entre dos
casas modestas del sencillo barrio había un terreno baldío. El dueño había dado
permiso a los vecinos para que lo cuidasen, y asi los niños podríamos jugar sin los peligros propios de la calle.
Con el
tiempo creció un limonero que alguien plantó, aparecieron unas hamacas
improvisadas con neumáticos viejos y un arco de fútbol.
Mis padres
no quisieron colaborar con la construcción de una casita de muñecas, pero con
mis vecinitas la fuimos fabricando con lo que encontrábamos a mano y lo que
sustraíamos de nuestras casas y nadie extrañaba.
Todos los
juegos fueron inventados en ese baldío
(no me gusta llamarlo baldío porque yo nunca lo vi así, para mi era nuestro
jardín a la calle).
Nuestras
mascotas también eran enterradas en ese lugar, previo responso y algunas lágrimas sentidas. A veces hacíamos un picnic bajo la rigurosa supervisión de las miradas de las mamás y otras veces
solo era nuestro lugar de charlas y encuentros.
Un día salí
de casa a la hora acostumbrada para reunirme con mis vecinitos y encontramos
que el predio estaba cercado por unas maderas.
Tiempo
después vinieron unos obreros y comenzaron a hacer un pozo. El baldío había
sido vendido a un ingeniero y estaban levantando una casa.
El
desconsuelo fue enorme. Los niños ya no tendríamos nuestro lugar de juegos,
tampoco nos devolvieron las hamacas, la casita ni el arco. Y creo que al
limonero también lo tiraron cuando vino la máquina excavadora.
En el
barrio modesto hubo ahora una casa de diseño moderno con dos
ventanales amplios que daban a la calle.
El
matrimonio que la habitó tenia dos hijos que jamás hicieron amistad con
nosotros, y el ingeniero parecía una persona muy ocupada, porque las únicas veces en que se lo
veía era cuando entraba o sacaba el auto del garaje.
Fue lo
único que pudimos saber de ellos, porque los dos ventanales que daban a la
calle, como ojos cerrados por el dolor, siempre estuvieron
clausurados.
sábado, 8 de septiembre de 2012
miércoles, 6 de junio de 2012
La puerta que abierta nunca ha sido
es la puerta que jamás abrir yo quiero.
Atrás yacen con clamor de limosnero
los lamentos de una niña que ha partido
con la cara triste y el corazón herido
y cegada por un viento ventisquero.
Encerrada tras barrotes carceleros
donde el tiempo de su edad se ha detenido.
Esa puerta que socava el presente
pretendiendo asfixiar a la memoria
abre un tajo entre seres inocentes
y las angustias que planean aletargadas.
Y una inercia de taparlas tras escombros
van atenuando las heridas mal curadas.
jueves, 31 de mayo de 2012
Hoy me levanté luego de un mal sueño. En el estaba Jorge royéndome las entrañas. Solo tres meses duró nuestra relación, una relación que solo me trajo sufrimientos.
En ese sueño revivía toda la tortura mental a la que me había sometido. Menos mal que duró poco y pude zafar rápido.
Estos últimos años fueron pasando, me volví a enamorar y el curso de los sucesos transcurrió sin sobresaltos.
Solo hubo un paréntesis, un pequeño paréntesis...
Estando yo de noche, paseando por las callecitas del pueblo, Jorge se apareció de pronto desde la oscuridad. Todavía en la memoria de mi piel estaban vivos sus caricias y sus besos. Se acercó con su sonrisa cínica de hiena y un aliento que destilaba la podredumbre de su alma.
Mi orgullo propio me incitó a hablarle como si nada me importara, y él, detrás de cada frase, me tiraba una estocada de afrenta y degradación. Le gustaba herirme.
Me hice la distraída y seguí conversando como si nada.
En algún momento mi compostura se hizo trizas y empecé a recriminarle su mal proceder.
Se rió bajito. Era evidente que eso le daba placer, un psicópata divirtiéndose con el sufrimiento ajeno.
Mi cara empezó a mojarse de rabia e impotencia, y cegada por las lágrimas avancé a tientas unos pasos.
Todo sucedió muy rápido, sentí silencio, y al detenerme me di cuenta de que estaba hablando sola.
Al darme vuelta vi como Jorge estaba tirado en el piso, con las manos apretando su pecho y la cara desencajada. Apenas podía escuchar un murmullo apagado que me suplicaba ayuda.
Hice un ademán para agacharme y me quedé por la mitad. Moví de un lado al otro mi cabeza, lentamente, y observé como la calle estaba desolada y sin testigos a la vista.
Me fui con la seguridad de que moriría como lo que fue, una rata, pero no sin antes regalarle la más malvada de mis sonrisas.
miércoles, 2 de mayo de 2012
El sumiso dependiente
Me aboco a aceptar tu gélida postura
como quien mira el inicio de un sendero,
anhelando que mi verbo lisonjero
abrevie este sabor a sepultura.
Razono que vivís sin atadura.
Yo a tu lado he sido un escudero
porque siempre te ayudé y fui sincero
ligando mi vida a tu cintura.
¿Cuál será el final de este camino?
Hasta ahora no lo pienso ni adivino
ni me rindo todavía, ni sentencio.
Vivo el hoy y me interesa un comino
cuando sufro prendo mi copa de vino
y entre vahos… acaricio tu silencio.
lunes, 30 de abril de 2012
Adiós
¿Dónde estás, mi corazón?
¿Dónde tus pasos se han ido?
¿Cuántos sueños has logrado,
cuántas vidas has vivido?
¿Aún se quiebra tu cintura
ante la flor del camino?
¿Y qué manos temblorosas
a esa flor la ha recibido?
Te recuerdo ( solo a veces)
cuando miro un cielo limpio,
cuando hay música en el aire
y perfumes de jacintos.
¿Qué será de ti, mi vida?
¿Por qué hoy no estás conmigo?
Y en el fondo esa nostalgia
no es más que un espejismo.
Que estés bien, dulzura mía,
se feliz, querido amigo,
estos versos acompañen
a tu andar, tu recorrido.
miércoles, 28 de marzo de 2012
Duelo y partida
quédate conmigo aunque llegue el alba
y cobija al ámbar de mis ojos tristes
llenos de silencio en esta muerte blanca.
Quédate conmigo tranquilo y no llores,
pasarán despacio las sombras aladas
y no temas nunca, yo haré que se borren
llevándola a todos, cargando en mi espalda,
todos los pesares, todos los dolores,
y aquellas cosas que nunca se callan.
Despide a los deudos, las flores las sacas,
corre las cortinas, abre las ventanas
y que el aire fresco bañe tu tristeza
sacude la ropa y quema la cama.
Ya has hecho duelo suficiente, creo,
por este amor muerto, que muerto me mata.
miércoles, 14 de marzo de 2012
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