domingo, 6 de noviembre de 2011

Fragmentar las emociones

Fragmentar: es dividir en partes un todo.
Si partimos de esa base y lo tomamos como un axioma, podemos concluir que las emociones también se fragmentan y al dividirse pierden su potencial.
También puedes concluir que las emociones se desarrollan, pero hay un solo nombre para cada emoción: alegría, entrega, amor, y éstas, cuando se atribuyen al plano personal, solo pueden ser dirigidas a una sola persona, a aquella que es el objeto del sentimiento amoroso, no pueden ser repartidos en mas personas como tú no puedes dividirte en partes.
Siempre querrás a una persona más que a otra, y eso es un principio indisoluble (siempre hablando en términos de una relación de amor de pareja).
También la mente se dispersa y se confunde cuando se tiene muchas relaciones carnales, ya que se resigna la entrega por la complacencia, y deja de ser entrega para llamarse concupiscencia y, por qué no, promiscuidad.
Entonces, si te permites promiscuar tu cuerpo en pos de la apetencia momentánea, te volverás insensible al verdadero sentimiento de entrega, a aquel que te hace feliz y mejor persona.
Por lo tanto, lo que estamos haciendo, es fragmentar las emociones en una búsqueda desordenada del fin último, que es el verdadero amor.
Y en esta dilapidación de esfuerzos sin sustento (porque de antemano sabes que no es lo que realmente te gusta ni buscas) aparecen otros aspectos latentes en la personalidad que no conocíamos pero se desarrollan con este accionar, y que es el cinismo y no alcanzar la verdadera empatía con los sentimientos de la otra persona.
Los fundamentos de nuestro devenir se amplían en una gama interminables de excusas que no buscan la verdad sino solo la justificación.
De igual manera, al fragmentar las emociones, te impide de manera cabal desarrollarlas, por lo que en poco tiempo se volverá una búsqueda interminable de la persona adecuada que nunca va a llegar a nuestra vida, porque se habrá desplegado en nosotros un egoísmo absoluto en que creeremos que solo nos tocará el corazón aquel que nos dispense todas la atenciones que se nos ocurra, hasta que se nos haga natural pensar que el verdadero amor es que la otra parte nos pueda satisfacer plenamente y esté a nuestro servicio (cosa imposible de lograr).
Y todo este sentir, no solo nos impedirá crecer como personas, sino que nos frustraremos de continuo al comprobar, una y otra vez, que jamás llegaremos a la meta deseada, como duende que busca el tesoro al final del arco iris, y veremos en cada persona de la apetencia ocasional, como la zanahoria que se pone delante del burro para que este camine sin considerar el verdadero cuándo, cómo ni porqué.
La edad nos da experiencia, pero las malas elecciones de vida no nos dan madurez, por lo tanto, no es de extrañarse que un adulto pueda involucionar en muchos aspectos.
En esta era de individualismo, separaciones, falta de empatía y comunicación, es fácil sentirse desorientado en la búsqueda de la verdadera entrega; entonces preguntémonos cuales son los frutos del verdadero sentimiento de amor, y veremos que el verdadero amor no se sustenta en el egoísmo ni la propia satisfacción, sino, mas bien, en la entrega desinteresada sin olvidarnos de nosotros mismos.
Y este equilibrio que pretendemos tener entre entregar y valorarnos, se respalda el verdadero sentido para lo que fuimos creados y en la dignidad que debemos tenernos como personas.
“No hagas a los demás lo que no te gusta que te hagan a ti” sería una buena manera de revalorar las acciones futuras que tomaremos si pretendemos desenvolvernos con inteligencia en nuestra vida, y por supuesto, tarde o temprano cosecharemos los frutos agradables que toda buena acción trae aparejada.
Nuestro cuerpo y nuestros sentimientos son los únicos que tenemos y debemos cuidarlos, por principio y convicción, y entonces, lejos de perder oportunidades, se acercará a nosotros algo mejor, algo que no conocíamos o de lo que hace mucho no participábamos, porque si pensamos con frecuencia en todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre, si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, seremos mejores personas, con la mente lúcida para aceptar lo mejor sin dejarnos llevar por la apariencia, sino por lo superior. Y nos creeremos dignos de recibir tal don.

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