jueves, 18 de agosto de 2011

No dejes que te olvide

No me dejes olvidar que te he amado
y permite que me rinda a tu sonrisa.
¿Cómo puedo explicar que te he adorado
si no extrañara cada tanto a tus caricias?

¿Cómo puedo justificar que no habrá otra
que tenga aquello que tu cuerpo necesita?
Porque olvidándote los días se harán largos
y al recordarte se harán mis noches tibias.

Entonces, no consientas que te olvide
y sigue siendo aquel amor que me activa,
aquel que me ha dejado más que sola
al privarme de tu amada compañía.

Pero aún, asi y todo yo prefiero,
recordarte y extrañarte cada día
que olvidar que te he amado con tal fuerza
que sentí por vez primera ¡que estoy viva!

Y por último, amor mío, si pudieras,
tú tampoco no me olvides todavía.

lunes, 15 de agosto de 2011

Secreto a voces

Todos los días de invierno, cuando el sol apuntaba con más fuerza sobre el jardín que daba a la calle, Margarita salía a barrer las hojas, sacar los yuyito y regar sus plantas.
Era linda Margarita, o por lo menos nadie podría decir que era una mujer fea. Con sesenta años encima, parecía de cincuenta y dos, y era tan simpática que agradaba más aún.
Su secreto era el de no hacerse problemas por nada. No leía diarios, no miraba noticieros, no hacia caso a chismes y desoía si alguno le venía con algún rumor en su contra.
Confiada por naturaleza, todos para ella eran buenas personas, ni esperaba que le ocurriera alguna desgracia, y si así fuese, hasta el momento lo había aceptado como algo mas que tuvo que vivir.
No había sido fácil su vida (evitaré aburrirlos con relatos de desgracias y tragedias personales) hasta que un día se despertó y sintió que todo lo que vivía era nuevo, que todo  lo veía por primera vez, como cuando a un moribundo se le da la oportunidad de seguir existiendo.
¿Miedo o egoísmo? ¿Facilismo o practicidad? Aunque se lo planteó alguna vez, nunca lo tuvo en claro, y, arraigada a su nueva ley de vida, tampoco le  importaba.
Dueña de dos perros barulleros a quienes todo el barrio toleraba, cumplía con ellos sacándolos de vez en cuando al parque cercano para que retozaran un poco.
Y ahí comenzaba todo. No había conocido que no se le acercara con algún problema y se lo contara.
Margarita tenía la virtud de  dar ánimo a la gente, y como además era buena escucha casi no había secreto que no conociera, por el propio interesado o por terceros que le informaban.
Jamás repetía lo que había escuchado, y eso se había podido comprobar en varias ocasiones, así que el nombre y circunstancia del interesado estaban a salvo con ella.
Pero Margarita era frágil de salud, empezó a no salir por temor a tomar frío, luego porque le molestaba el ruido, después porque la ahogaban los espacios abiertos.
Y así pasaron dos años en que Margarita cumplía con su voluntaria reclusión.
Ávida lectora de novelas de toda la vida, y con el último de sus hijos independizado, Margarita disponía de demasiado tiempo libre.
Un hermano de ella le había traído una computadora con la que poco a poco se fue familiarizando. Así aprendió a usar el mail, abrir páginas, llenarse de contactos virtuales a través del chat.
¡Ah! ¡Eso si que fue la gloria para Margarita!. Podía hablar con gente de todas partes del mundo sin salir de su casa, y siempre había alguien dispuesto a conversar con ella.                                                                                     
Con el mismo talento con que hacía hablar a sus vecinos y la confianza que despertaba, abría los corazones y movía simpatías y hasta afecto a través de la pantalla. Sus años de lectora le había dado un pulido y ameno modo de conducirse en las conversaciones, alegre y gracioso cuando podía, y solemne y comprensivo cuando lo ameritaba.
Muchas historias pasaron por ese Chat, y ella empezó a sentir la necesidad de relatarlas.
De a poco empezó a escribirlas una a una, y las relacionó entre si hasta que se hicieron muchas páginas divididas en capítulos. Parece que sin querer, había escrito un libro.
Lo releyó y corrigió varias veces, y un día se lo envió a uno y otro de sus contactos que pacientemente se comprometieron en leerlo.
Los comentarios fueron más que satisfactorios, historias ficticias de un barrio ficticio, donde a sus habitantes ficticios les acontecía lo que a todo el mundo, cosas buenas y malas, pero contado con sencillez y gran talento por la novel escritora.
Un día Margarita, animada por tanta buena crítica, fue al registro a patentar su obra. Bueno, para que contar todo lo que hubo que movilizar para ello, hasta que un sobrino le hizo de acompañante y apoyo moral.
Y otro día la presentó a una editorial. Ahí si los editores tuvieron que molestarse en ir hasta la casa de Margarita. Cerraron el contrato y en pocos meses se dio el libro a publicidad lanzándolo al mercado con singular éxito.
Sus vecinos, enterados de la noticia por los diarios, fueron los primeros en felicitarla, y los primeros en comprar ejemplares de la novela.
Ahora cuando Margarita sale al jardín, esta sola. Ya no le devuelven ni los saludos ni las sonrisas. Ni hay vecinos que se acerquen a preguntarle si necesita algo, claro, a nadie le gusta que todo el barrio esté al tanto de sus intimidades, pero ¿cómo hacerles entender a sus vecinos que las cosas que escribió son cosas que les pasa a todo el mundo?.


lunes, 8 de agosto de 2011

Marido usado se alquila


Los minutos pasaban lentos y había tanto silencio en la noche que la ahogaba. Como un tigre enjaulado daba vueltas por el pequeño departamento de un ambiente lleno de muebles viejos y cajas amontonadas.
Estaba hecha una furia, otra vez había descubierto que su marido la engañaba, y lo esperaba para enfrentarlo. Esa basura que no valía dos centavos, un fracasado que la había hecho pasar una vida de privaciones, humillantes mudanzas y descrédito social.
Cuando lo conoció se había dejado impresionar por el título de ingeniero civil que él ostentaba. En esos momentos parecía que se llevaba el mundo por delante, con su coche importado y sus trajes caros, le prometió una vida más que decorosa, y se sintió la reina de un palacio que nunca había tenido, pero que ambicionaba. También estaba el detalle de que Enrique era casado, pero tenía la promesa que dejaría a su mujer por ella, y ella, una oscura empleada, no pudo resistirse a esa proposición.
Pero hubo muchos años de carencias después, malos negocios y la falta de capacidad profesional de Enrique, llevó a la familia a mudarse de la capital a otra ciudad mas pequeña, pusieron un negocio de ropas, pero tampoco les fue muy bien, y mientras ella se quedaba atendiendo el comercio, Enrique tomaba un bolso y salía a vender por la calle.
Luego le llegó la oportunidad tan deseada, le ofrecieron a Enrique una obra en un pueblo, y se volvieron a mudar, esta vez con hijos a cuesta, pero esa obra nunca llegó a realizarse y sobrevivieron con pequeños trabajos de construcción y otras changas.
Gladis, como buena esposa, lo acompañó en todo, cuando había y cuando no había, amarrocando cada peso que juntaban y poniéndolo, trasformados en dólares, en una cuenta en común, porque después de todo, eran los ahorros para la vejez.
No era ni por asomo la vida que ella hubiera soñado, pero no era bella ni muy inteligente, al menos tenía un marido que era ingeniero, y eso tenía su valor.
Y así, acumulando rencores y desencantos, llegaron a sus bodas de plata, con reproches continuos, con peleas, con insultos y faltas al respeto, pero seguían juntos. Gladis en la cuidad, a tres horas de viaje del pueblo de donde no había querido irse Enrique. Separados pero juntos, viéndose los fines de semana, para mirarse las caras y recordarse mutuamente que no se querían.
Pero después de veinticinco años Gladis no cedería los derechos adquiridos, porque además de ser la madre de sus hijos, fue también su socia y compañera, y antes muerto que ver que la dejara como alguna vez abandonó a su primera mujer. Porque ya no era joven, no tenía estudios ni experiencia laboral, y porque ya era tarde, porque no quería empezar de nuevo… y porque no era linda… ni inteligente,  y le haría pagar una a una, en vida, todas sus frustraciones.


Enrique estaba perdido en sus pensamientos en la mesa de un bar. Hacía mucho frío afuera. Solo, como loco malo, con los ojos volados quien sabe donde, haciendo tiempo y sin ganas de volver a su reducido apartamento alquilado donde lo esperaba Gladis. Ojalá que cuando llegue estuviera dormida, entonces cerraría los ojos y se echaría a descansar.
Cada vez le resultaba mas insoportable la convivencia, estaba seguro de no amarla, y esa separación salvadora que habían pautado un año atrás se vio interrumpida porque había sido descubierto en un engaño. Desde ese día Gladis no dejó de llamarlo a cada rato, a la casa y al celular, hasta que prefirió vigilarlo mas de cerca resignando la comodidad de su departamento de la ciudad para irse a vivir con él. Desde ese día ella atendería todas las llamadas y se haría ver por los vecinos que no ignoraban las trapisondas de su marido, pero como perro que marca su territorio, ella tomaría otra vez el control de la situación.
Pero ¿hasta cuando y como se puede soportar? Solamente por el gran amor al dinero que Enrique tenía y que se encontraba ahora en manos de su mujer. Ambos incluso habían hecho inversiones y poseían un modesto capital del que no quería desprenderse. Ese ahorro a él le había costado muchas caminatas con un bolso a cuesta vendiendo chucherías y ropa interior. Hace rato que había cambiado su auto importado por un a vieja bicicleta, y era tanto el resentimiento que sentía por esta situación, que se volvió una persona ventajera y egoísta. En muchos años no había hecho amigos, ni tampoco despertaba simpatías. Todo para él era un toma y daca, su tacañería era notoria y era capaz de llevar una vida miserable antes que gastar un solo peso.
Pero sus sesenta años encima le pesaban mucho, ya no le quedaban muchas fuerzas ni tampoco dignidad. Ya se había acostumbrado a la vida que llevaba, que mentirosa o no, era mejor que no tener nada.

Él tampoco era un hombre aventajado en apariencia, y lo sabía. Y tenía la convicción de que esa carencia solo se suplía con mentiras y relatos de glorias pasadas. Don Juan de fácil levante cuando alguna vez tuvo dinero, ahora recurría al engaño con el que impúdicamente cumplía de maravillas.
Traicionó a su mujer desde el principio, todas aventuras breves o lo que le durara, hasta que un día se cruzó con alguien que realmente le interesó, y allí no supo que hacer, mas que seguir mintiendo.
Cuando Gladis se enteró se armó la hecatombe, peleas, gritos, insultos. Él le confesó que se había enamorado, y fue para peor.
Con los pocos vestigios de dignidad que le quedaban, quiso terminar su matrimonio, pero luego lo pensó, era mucho lo que perdería materialmente.
Mejor seguir diciéndole a Gladis que la seguía amando y  que no volvería a suceder, aceptando las cosas que ella le quitaba, y las que le imponía. No era caro, ese era su precio de alquiler.
Tal vez, pasado el tiempo, ella bajaría la guardia y él podría volver a engañarla, pero con mas cautela.
Y resignar el amor, como aquel que sintió en la intimidad más perfecta que alguna vez había soñado.


¿Cuánto tiempo hace que Clara se está maquillando y probando los vestidos? Daniel pronto vendría a buscarla. Estaba más que feliz, con esa felicidad que solo brota de un corazón enamorado.
Del fondo de un cajón, mientras buscaba unas medias, encontró un frasco de aceite de rosas. Lo tomó con extrañeza con las dos manos, y mirando el frasco, se sentó sobre la cama. Era un regalo de Enrique. Nunca le había regalado nada, más que un par de medias baratas que él vendía, y ese regalo la había sorprendido.
No pudo dejar de recordar con agradecimiento los momentos en que había sido feliz con él, porque los momentos felices no eran muy comunes hasta ese entonces en su vida.
Enrique era tan amoroso cuando era amoroso. Insistió muchísimo para conquistarla, se mostraba amable, la ayudaba en todo, la llamaba a todas horas del día. Hasta imponía su presencia cuando había amigos de ella en la casa, porque quería que todos sepan que él, y solo él, estaba con ella.
Por Clara lloro varias veces, llegó a sentir tanto amor que no le cabía en el pecho, y se lo decía a cada rato, para que le crea.
Pero cuando al fin toda su batería de recursos le dio resultado, Enrique mostró su verdadera personalidad. Intentaba manipularla para que se resintiera en su autoestima, no porque así lo deseara, sino porque era la única forma en que él había aprendido que una mujer podía estar a su lado.
Y la doble vida que llevaba, hacia también estragos en él.
Estaba siempre nervioso, ya casi le era imposible disimular, y quería hacerlo todo lo mas que pudiera, hasta que Clara se enamorara perdidamente de él, porque todavía ese momento no había llegado y él lo sabía, pero cuando llegase, ahí si la manejaría a su antojo.
Con suerte la convertiría en su amante, y no perdiendo nada, ni esposa ni a su querida, las cosas seguirían estando en su lugar.
¡Qué cínica se puede volver un alma egoísta! ¡Cuán poco le interesa el daño que puede causar en los demás!
Algunos recuerdos pasaron por la mente de Clara cargados de compasión. Ella sabía muy bien lo que Enruque había sentido por ella. Esas cosas que son imposibles de disimular. Y al final de un profundo suspiro se le escapan de los labios un “-¡De lo que me salvé!-”.
Pero ya siente el sonar del timbre de la casa. Daniel está en la puerta. Que loco le resulta ahora que no atendiera sus llamados porque él vivía tan lejos de allí, y sin embargo, él le decía que se enamoró de ella apenas la vio y que su sueño era ir a buscarla, que nunca se había olvidado de aquel beso que se habían dado y que lo llevaba marcado a fuego.
Y actuó como cuando un hombre ama a una mujer.
No quería creerle porque fue solo una vez, y porque vivía lejos, y por no sufrir un desengaño.- ¡Qué ironía!-, pensó mientras se subía al auto importado de Daniel.

Finalmente, Enrique llegó a su casa, cerró sus oídos a los reproches e insultos consabidos, bajó la cabeza… y se metió en la cama.
Mañana sería otro día, y pasado otro, pero él tendría el dinero que ahorro con tanto sacrificio para su vejez.

domingo, 7 de agosto de 2011

A vísperas del 25 de mayo de 2.011

A vísperas de los festejos del 25 de mayo, una fecha tan entrañable para todos los argentinos, en Pinamar nos disponemos a festejarla a full gracias a los oficios de nuestro sr. Intendente, el dr. Blas Altieri, que nos ha convocado para ese día a concurrir al desfile  ya tradicional en la calle principal.
Y teniendo en cuenta el espíritu de tal festejo, deberíamos asistir con  la cabeza bien en alto y con el orgullo de ser argentinos, ya que un día como este, de 1810, el pueblo se autoconvocó a las puertas del cabildo para pedir  cortar con las cadenas que nos unían a nuestra madre patria y ser soberanos al tomar sus propias decisiones.
El deseo de autonomía es intrínseco en el ser humano, nacemos con la avidez de hacer nuestra voluntad, y es la misma sociedad las que nos va formando e instruyendo para que podamos ser capaces de adaptarnos a las normas que rigen en dicha comunidad.
Pero muchas veces, el eje normativo de las mismas se diluyen, ya sea por falta de decisión o incapacidad de sus gobernantes, a los que las circunstancias adversas se los superan, y eso conlleva un caos institucional, o al menos a un desorden según sea el ámbito del que hablamos.
Este hecho se ve reflejado en la escuela, donde uno de los motivos es el decaimiento de la economía de la clase trabajadora, donde ambos padres están obligados a ausentarse por demasiadas horas de sus hogares dejando a sus hijos sin su continua supervisión. Y estos hijos, que tienen necesidad de vigilancia, comienzan a actuar con el libre albedrío que les da la falta de experiencia de sus escasos años.
Cuando trasladamos a estos niños y jóvenes a la escuela, si las normas que en ella se ejerce no son estrictas se comportarán de la misma manera como se manejan en su ámbito cotidiano.
Por otro lado, la presión de las leyes que ejerce el Estado sobre directivos y docentes les impide tomar medidas disciplinarias suficientes para mantener un orden dentro del establecimiento educativo.
Sin embargo, esto tampoco termina aquí, la falta de lineamientos también se ve reflejada en los adultos, donde, descreídos de lo que debería ser la exacta repartición de la justicia, también asumen una especie de comportamiento ambivalente que pone en peligro su propia integridad.
Esto a su vez es observado por nuestros jóvenes, y aunque parezca que esta falta de integridad moral no tuviera consecuencias negativas, el propio  individuo es socavado en su misma persona convirtiéndolo en alguien imposibilitado primero, de tener decisiones propias en cuanto a lo que esta bien y lo que esta mal, y luego someter su voluntad a la personalidad mas prominente del momento.
La gran proliferación de planes sociales que conducen al facilismo y a quebrantar el deseo de prosperidad personal, se convierte en un adormecimiento del deseo de superación . Hoy vemos muchas manifestaciones reclamando mas planes trabajar, o subsidios, o viviendas, pero difícilmente un número igual de personas se congreguen para pedir trabajo, o las herramientas necesarias para emprender un medio que redunde en el sostén propio. Y este modelo desesperado por distribuir la riqueza, no es interpretado por miles de personas que no han tenido la suerte de aprender de la cultura del trabajo porque, finalmente, el rédito del trabajo no los dignifica, no les permite prosperar, acercarse a una vivienda digna, vacaciones, ni a la educación y salud adecuada a la que debería acceder por ser ciudadanos útiles para la comunidad.
Esa permanente frustración eclosiona cuando la necesidad de elección se torna confusa, porque la realidad no es lo suficientemente clara.
Cuando eso ocurre, es esperable que se tome  el atajo más accesible, porque total, el esfuerzo antes hecho no han dado un resultado satisfactorio.
Y esto tampoco termina aquí. De a poco, al dejar nuestro presente en manos de quienes (y nunca mejor bien dicho) dirigen nuestros destinos, acatamos sus demandas sin siquiera tomarnos la molestia de analizar sus consecuencias, y sin cuestionar optamos sumirnos bajo un yugo de gobierno paternalista comprando la consigna de que nadie mas que él, puede sacarnos adelante y cuidar de nuestra existencia.
Por años el modelo a funcionado de maravillas para nuestras clases dirigentes, y seguirá funcionando en tanto y en cuanto, la adormilada conciencia ciudadana no despierte, y, como un 25 de mayo, reclame por sus derechos de independencia y autonomía.

viernes, 5 de agosto de 2011

No se pueden confundir los sentimientos
que brotan desde el fondo del deseo
y que vuelan como pájaros al cielo
cuando le abren la jaula de prisión.
¡Oh! que grande y sublime el corazón
cuanto goce contenido en las entrañas
como ríe la boca o como calla
y los ojos se iluminan de ilusión.
Ay, amor, como crees que quizás
te hubiera, por ventura, olvidado
si se enlazan el presente y el pasado
cuando amo hablar de vos y solo vos
Y me vuelan mariposas en el vientre
y las lágrimas que vierto son de gozo
que hasta no advertirte hallo reposo
que hasta temo que te cause algún dolor.
No se puede engañar al corazón
ni se pueden fingir las emociones,
mi vida de continuo son los dones
que me otorga el sentir por ti amor.                                             

martes, 2 de agosto de 2011

Lejanía

Lejanía es la palabra que socava mi cordura,
hace rato que la siento y ese hecho me tortura.
Lejanía es la nostalgia que se agiganta en el tiempo,
lejanía es suprimir poco a poco el sentimiento,
no tener aquel deseo de tomar aquella mano
lejanía es tener hambre de un calor que más que humano
que nos trasporta hasta el refugio mas bello del alto cielo,
lejanía en frustraciones de no cumplir los anhelos.
Es vivir de visitante en el mundo de los vivos,
es el dolor que desbasta sabiendo que en el convivo.
Lejanía es un juicio sin juez, fiscal ni testigo,
es la atroz indiferencia de no congeniar contigo,
Es la falta de alegría, complicidad y confianza
es no mirar al futuro, porque nos falta esperanza.
Es la gota que rebalsa el vaso que ahora tomamos
porque al vernos la cara, apenas nos soportamos.
Lejanía sin distancia, sin tiempo ni recorrido,
lejanía que me aparta de aquello que antes tuvimos.

La traición


Fue tu boca la que dio el primer grito de alerta
yo jugaba como un niño con mis pies sobre la hierba
mi cara era de risa, nunca hube risa tan bella,
y en las noche yo contaba una a una las estrellas.

En la puerta de mi casa con jazmines y azaleas
una tarde de verano nos sentamos a la fresca
un té helado en nuestras manos, como una tarde cualquiera
donde la charla entre amigas, era contentos y ferias

Y mientras pasaban las horas, no avistaba sospecha
que veloz, en un momento, se me abriría la tierra
hasta el momento infeliz, gozosa doncella era
muy pronto mi prometido, al que amaba sincera

vendría a buscar y hacerme de su palacio su reina.
Se cumplirían entonces los sueños que un día empiezan
en la mente de las niñas de convertirse en princesas
y en el corazón de los padres que su mejor bien desean

Pero tú eras mi amiga, no es verdad de otra manera,
debías decirme todo, aunque dolida no quiera
escuchar lo que he escuchado, yo espero que me entiendas
no es grato que el novio de una se halle con las rameras.

y tú te has comportado como una vulgar callejera
dejando mis sueños truncos y mi corazón en pena
pues no solo perdí novio, perdí a la amiga buena
mi casa está de luto… la tuya está de fiesta.

El mendigo

Y ya son las cero cero de la noche
ya es la calma…
Y el silencio que la embarga
se condice con la oscura
voluntad que se adormila
en los ojos que maduran
un cansancio que es eterno
en la faz de su amargura.

Otra noche en su figura
desprovista de fortuna
derrapando va buscando
un reposo y pernoctar
al amparo de un alero
que cobije su fatiga
y sin nada que le diga
si mañana hay despertar

Otra vez la tumba oscura
de la noche y su negrura
que el tiempo no ha quitado
ni los sueños volverán…
se desplaza el mendigo
alma en pena, resentido,
ahogándose en el cieno
de adoquines y alquitrán.



Edy


Dormido sueño que el alma espera
y deteniendo toda carrera
va agigantando la sed de amar.
Oculta musa de mis sentidos
fue escribiendo cada latido
que ensayaban un despertar.
Pálida luna fuiste culpable,
como el roce y el verbo afable
que acrecentaban tanto soñar.
¡Ven a mis brazos, no te detengas!
la vida es breve y nuestra senda
la poblaremos de amor y paz.

lunes, 4 de julio de 2011

No calles…




No calles,  no hacen falta los silencios,
total… ya nos dijimos tantas cosas…
Pero si, nos faltaba estar distantes
quizás para no hacer tan dolorosa

esta ausencia que se yergue inescrutable,
que nos hiere la voz,que muere y goza,
cuando permitiéndole que al fin, estando libre,
te diga, nos digamos tantas cosas.