miércoles, 26 de enero de 2011

Amor insondable

Perdóname, Señor, ¡Oh, me perdones!
del mal uso que he hecho de tus dones.
Reprende, Señor, la idolatría
en la que anduve infeliz toda mi vida.
Porque sin ser ciego no te he mirado
y sin ser sordo no te he escuchado.
Pero cuando estoy al borde del abismo
me conduelo y te ruego por mi mismo.
No me queda, como Judas, otra cosa
que mi vida se termine presurosa
y recibir el justo y cruel castigo
que por no haberte amado he merecido.
Y cuando a punto de quitar mi vida llego
tu voz escucho suplicante... como un ruego...
que otra vez más me pide encarecido,
(con un amor que nunca he conocido)
que no quieres perderme, que me amas
¡Oh, Señor! ¡y tan doliente llamas!
que no entiendo, me confundo, no comprendo
¿por qué quieres quitar de mi tal sufrimiento?
Si conociéndote no he dejado de ofenderte
y tú me amas hasta el día de mi muerte.
El amor de Dios es insondable
y a nada humano es de comparable.
Y conmovido me humillo y me arrepiento
con el solo toque de tu aliento.
La misericordia de Dios es infinita
y es todo lo que el hombre necesita.