Los amores que se van no se reclaman.
Quizás usted pensó que mi lamento
se haría tan agudo, y la guadaña
que arrasa a cada hálito de vida
sería la que a mi me custodiara
en adelante, cuando su compañía
se me hiciera tan ausente y tan negada.
Pero ya ve, aquí me tiene y estoy viva,
las horas de el día no me alcanzan,
su voz se pierde lento en el recuerdo
y otras voces han venido a suplantarla.
Su figura, que para mi era don preciado,
hace rato que dejé de atesorarla;
y el sustituto de su risa tan alegre
se transforma en la risa encantada
de tantas nuevas cosas que descubro,
de tantos nuevos goces que me embargan.
Y no digo que lo suyo ha sido malo,
al contrario, lo amé de mil maneras,
pero algo ocurrió en el intervalo
y se cayó su amor por las laderas
de las dudas, del tedio y el desgano.
Y no hay nadie mas que yo quien se conduela.